En el tallercito había tela, mdf y planchas de espuma. Y en una casa naranja, doblando la esquina, una prima a término con la idea de un espacio especial dónde cambiar decenas de pañales al día. Así nació este cambiador que hoy es parte de la decoración del dormitorio de los mellizos.
El resto fue cubrir de tela cada una de las partes, ensamblarlas y hacer una almohadita a lunares ausente en las fotografías porque la ansiedad de Camilo por entregarla (él ayudó con el relleno, con lo cual, se sentía lícitamente parte del proyecto) le impedía separarse de ella medio segundo.
Listo! Cambiador con la medida exacta de la cajonera de una cuna, para ambientar el dormitorio. Sin olvidar las precauciones: este es un cambiador con cinturón de seguridad. Una madre mal dormida y agotada necesita extremar cuidados.
Mi reciclado llega a un dormitorio selvático. Una habitación poblada de animales salvajes. No tengo imágenes decentes ni de la habitación, ni del cambiador en su sitio definitivo porque fue entregado con toda ansiedad y precipitación...
a ellos. Que haciendo gala de carácter, nacieron cuando quisieron. A ver si iban a permitir que les programaran el nacimiento! Dónde se ha visto que a uno le digan cuándo tiene que nacer? Por si la estaban necesitando, les cuento: estos bebés tienen -sin saberlo- toda la ternura del universo escondida en la cuna. Ahora ya saben dónde encontrarla. No dirán que soy egoísta por no compartir el secreto.
Oriana y David ya están en casa! La madrina llevó el cambiador. Un cambiador que llega con la promesa solemne de ser acompañado de mis manos para cambiar pañales. Y de cuidar en momentos difíciles, por que todas las que somos madres sabemos lo que pasa cuando necesitamos salir a hacer algún mandado. Con la emoción casi me olvido de aclarar que este es un reciclado en todos los términos de la ley. De ésos de hacer algo lindo para quienes querés mucho. Por eso me considero en todo el derecho de inscribirlo en el finde frugal de Colorín Colorado. Se ha dicho.