Cuando nace un bebé...

Nacimiento del bebé

Casi es un cliché, por lo tanto, al escribir me arriesgo a caer en lugares comunes y a sentirme ridícula por el exceso casi diabético de azúcar en sangre...pero nacieron los mellizos y su llegada es el motivo (no la excusa) por el cual estuve dos días procesando emociones...

Que se siente cuando nace un bebé


La primera emoción con la noticia fue entusiasmo. Nacieron! Ya?  No faltaban unos días? No iban a programar la cesárea? Nada. Estos niños, dando ejemplo de carácter desde este momento, nacen cuando quieren y no cuando los programan. Al fin y al cabo uno nunca está totalmente preparado para recibir un bebé. Siempre falta algo, siempre pudimos hacer más. Posiblemente cosas que no son estrictamente necesarias pero que nos preocupan. Como madres o como madrinas que es mi caso. Los niños recién nacidos necesitan amor y tranquilidad. A no volverse loca pensando en que todavía no decoraste el dormitorio o no tiene dormitorio o no armaste la practicuna o te quedo pendiente elegir el coche. Todo tiene su tiempo y ya se armará.

Después sentí ansiedad. Obvio que ni pregunté en qué sala estaban. No sabía si llevar a Camilo o no. Mi intención inicial fue llevarlo a que conociera a los primos y, por qué voy a negarlo, porque todavía siento culpa de salir "de paseo" sin él. Pero tengo un no-marido que me hace entrar en razón. No era buena idea. En principio por los bebés pero también por Camilo, que puede conocerlos en otro entorno, cuando lleguen a su casa. De hecho, después de cuestionarme esto, me cuestioné si debería ir yo misma. Entonces hice lo que me pareció más prudente, llamar al padre. Porque la madre no está para atender el teléfono después de parir mellizos. Curiosamente, la madre sí atendió el teléfono y, más allá del cansancio infinito, estaba de buen ánimo. Fuimos, un rato en la tarde.

Sentí ternura. Infinita. Son tan frágiles. Hace un día que los conozco y los extraño. También sentí temor. Me impresionan los bebés de bajo peso. Siempre tengo la sensación de que "se pueden romper". Es irracional, lo sé pero así mismo, no lo puedo evitar. Un instinto que no puedo controlar me lleva a la prudencia y a la distancia. Me pasó con mi ahijado Lautaro, con Paulina y ahora con los melli. No solo estoy convencida de que no es necesario agarrarlos sino que tengo mis reparos para hacerlo. Miedo de resbalarme, de tropezar, de ahogarlos, de irritarlos con la voz y todos los miedos que se les ocurran en menos de un minuto. Los bebés necesitan calor corporal y amor, esto es indudable. Pero estos bebés tienen padres, muy presentes y deseosos de ser padres. Son ellos quienes tienen que darles ese calor inicial.

Recién nacidos.


Ahora llega el momento en el cual me pongo antipática porque tengo convicciones firmes respecto a los recién nacidos y su vínculo con el entorno. Sostengo un principio incuestionable para las visitas en la maternidad: a los bebés recién nacidos no hay por qué tocarlos. Y no estoy hablando de los padres, estoy hablando de las visitas. No soy una obsesionada de los gérmenes, ni mucho menos. Pero no hay necesidad de manosear a un bebé que hasta hace unas horas estaba en el útero de su madre. Se están acostumbrando al mundo. Todos los estímulos son agresivos y encima, un mar de personas adultas que llegan de la calle, quieren toquetearlos. Con qué razón? No van a tener tiempo después? Son seres humanos, no juguetes.


En fin...


Hubo alguna vez, una campaña publicitaria que decía: "nace un bebé, nace una mamá". Es una frase tan obvia... A veces las verdades son simples y obvias. Un bebé te hace nacer. Sentís con él, crecés con él. Y nunca deja de ser parte de tu cuerpo totalmente. Pesan menos de tres kilos y te anclan en la tierra como si pesaran una tonelada.  Te dan un eje. ¿Querés saber cuál es el centro del universo? Tené un hijo y que los científicos sigan discutiendo todo lo que quieran.