Cumplo 4: estoy fatal

Maternidad y familia: el cuarto cumpleaños de mi hijo

Mi bebé  cumple 4! Y si hasta el momento era travieso, ahora el único adjetivo que lo descibe es "fatal". Todos los días, Karina, la maestra del jardín, me entrega un niño enérgico con las mismas palabras: "Se portó precioso". Eh? Entonces, se me ocurren algunas hipótesis: 

Karina miente,

Karina es la comadreja robot,

Karina es un producto de mi imaginación.

O lo que es más probable (aunque insisto, la de la comadreja robot, era buena): mi angelito se porta "precioso" en el jardín y durante cuatro horas acumula ideas para cuando vuelve a casa. Porque hay que ver que ese ser humano tan chiquito es capaz de hacer sesenta travesuras por minuto. Una peor que la otra:

Chumbea al gato (le regalaron la famosa pistolita de chumbos!)

Deja las canillas abiertas a propósito.

Prende y apaga todas las luces. Y cuando digo todas, son todas las luces de la casa.

Da vuelta el cajón de juguetes para no jugar con nada de lo que había adentro.

Y cuando le pido que ordene, alega estar "muy cansado".

Decidió que los pisos deben ser regados como las plantas.

Tiene una fascinación insólita por todo producto en aerosol.

Se desnuda en pleno invierno (tiene intolerancia a las capas de ropa)

Si te descuidás, anda en patas todo el día (ponele que me hago cargo de que puede ser hereditario)

Tiene un repertorio de gestos estudiados para cada ocasión (y lo sorprendí practicándolos frente al espejo).

No permanece más de cinco minutos quieto (o en ninguna posición).


En definitiva, se ha convertido en el terror de Fausto y Sara (los gatos de la abuela) y en el responsable del aumento de todos los consumos fijos de la casa. No es que durante estos tres años nuestra vida haya sido un mar de tranquilidad, pero estas últimas semanas son de antología. Y parece que es el preludio de los 4, un momento que nos prepara para la no tan lejana adolescencia de nuestros hijos. Paciencia! Santa paciencia...y todo porque los amamos con toda el alma y son tan seductores que somos capaces de perdonarle lo que no le perdonaríamos a nadie más.